Los 15 de la profesora María Carrillo

 


                                 

María Carrillo Drake, hija de un conocido dulcero en la granja cañera  Dos Hermanas, en Punta Alegre, tuvo una infancia cargada de utópicas fantasías. Su mayor entretenimiento era ir a la escuelita de  aquel lugar y de regreso a su casa impartir clases y orientar tareas a unos muñecos de trapos que suponía como sus discípulos.

Pero la suerte la acompañó para hacer realidad sus sueños. Con el triunfo de la Revolución en 1959, aquella adolescente tuvo la oportunidad, poco tiempo después, de ingresar en el Instituto Pedagógico Makarenko, donde considera  que recibió el mayor de los regalos al cumplir sus quince años de edad: prepararse en la carrera del magisterio.

Su primera ubicación  después de la graduación fue como maestra en un centro escolar en Topes de Collantes, donde recibió su primer  salario como educadora "algo que me llenó de alegría y  satisfacción",  refiere la entrevistada.
                                                             
Aunque su familia ya había trasladado su residencia para  la ciudad de Morón, María Carrillo recibe una nueva  ubicación como educadora, en una escuela rural, en la zona cañera de Punta Alegre, y años después fue ubicada como maestra de cuarto grado en Ciudad Escolar Ignacio Agramonte en Camagüey.

Entre cursos de superación y seminarios de preparación, logra aumentar  su curriculum profesional, válido para formar parte del claustro de profesores de la Escuela Pedagógica Rafael Morales de la ciudad de Morón hasta la inauguración de la Secundaria Básica Roberto Rodríguez, donde comienza como profesora de Español, hasta  su jubilación hace unos años.

Desde su vivienda en la calle Margarita, sujeta al cumplimiento de planes médicos, recibe  el cariño de muchos estudiantes, que la visitan interesados por su  salud, o para consultar dudas sobre  determinados temas de la  asignatura.

Ya en la despedida, nos muestra algunas fotos de sus 15 años de edad como estudiante en el Instituto Pedagógico Makarenko, "un cumpleaños que celebré sin globos, ni el acostumbrado vals de  esa edad, pero sí repleta de alegría y pasión por la seguridad de que pronto se haría realidad  un sueño: ser educadora".

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