Hace una restrospectiva en su memoria y recuerda a sus propios padres, guajiros cultivadores de la tierra en la zona conocida como Caracol, cercana al central Patria, en Morón, completamente analfabetos, porque nunca habían tenido la oportunidad de ir a una escuela, ni de tomar un lápiz en sus manos.
Y era que el analfabetismo se multiplicaba por todas partes y fue por ello que cuando la Revolución convocó a realizar esta campaña, se incorporó como brigadista y la sala de su propia casa, se convirtió en un aula para enseñar a leer y escribir a un grupo de vecinos.
"Fue una tarea que cumplímos con mucha satisfacción, porque no faltó el agradecimiento de muchas personas que vieron, paso a paso, convertir en realidad un anhelo que nunca pensaron que pudieran hacer realidad", reflexiona Zenaida.
Hace un alto en sus relatos para referirse a su quebrantada salud, al presentar fractura de caderas, que la mantiene permanente en una silla de ruedas, "pero no inactiva", dice.
Es entonces cuando muestra bellos tejidos que confecciona con su agujeta: sobrecamas, forros para muebles, tapetes y otras ideas maravillosas.
"Desde 1961 cuando participé en la alfabetización, me acostumbré a no permanecer inactiva, siempre hay cosas que hacer, aunque para mi, haber sido alfabetizadora fue algo extraordinario", confiesa Zenaida.
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