Muy pocos días han transcurrido de la fecha en que Virginia Marrero Cardoso cumplió sus 80 años de edad, y aunque ya jubilada mantiene latente en su memoria sus primeros momentos como educadora en una escuelita rural de la zona de Caonao, a cuatro kilómetros de Esmeralda, donde vivía con sus padres.
Refiere que sentía vocación por ser educadora desde muy niña, quizás por la influencia que heredó de Poemia Pichardo Mola, la maestra de aquellos tiempos en Caonao y luego del triunfo revolucionario tuvo la oportunidad de asistir a cursos de capacitación que se impartían en Camagüey y así llegó a hacer realidad sus sueños.
Por la preparación que había recibido, cuando la Campaña de Alfabetización en 1961 fue orientadora de tres alfabetizadores en Caonao, experiencia que le avaló para impartir clases posteriormente en la escuelita de ese lugar a niños de primero y segundo grados. Allí la maestra Virginia afianzó conocimientos y cierto día decidieron trasladarla para la escuela del batey Alegría, muy cerca del poblado de Tabor, donde además en la sesión nocturna impartía docencia a personas adultas.
Su trayectoria en el magisterio es muy interesante, pues en 1968 una historia de amor, la llevó hasta la ciudad de Morón, en la provincia de Ciego de Ávila, donde laboró durante muchos años en centros escolares como Ignacio Agramonte, en la escuela rural Mario Muñoz de El Embarcadero, como subdirectora de la José Martí en el reparto Inav, hasta transitar como Metodóloga del primer ciclo en la Dirección Municipal de Educación.
Virginia dio sus últimos pasos como educadora cuando ocupaba el cargo de subdirectora de la escuela Carlos Manuel de Céspedes, donde tramitó su jubilación por problemas familiares que le impedían continuar en la docencia.
"Fue un día de mucha tristeza para mi, separarme de una profesión que corría por mis venas, y pese a los años, me siento educadora, y lo seguiré siendo hasta los días finales de mi existencia". afirma.
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